No he recibido contestación de la revista a la cual envié desde hace semanas el siguiente artículo, de modo que lo publico aquí, "en exclusiva" para el blog. Sin embargo, antes de ir a mi artículo convendría que el lector tuviera presente una carta que en diciembre se imprimió como inserción pagada en La Jornada y que he copiado para mi blog en este enlace.Hombres de guerraGerardo de Jesús Monroyerathora@gmail.comThe spoofLos lectores de La Jornada saben que el endocrinólogo de ascendencia libanesa Alfredo Jalife-Rahme es un incansable perseguidor del "sionismo", vocablo que asocia a las peores lacras del Estado de Israel. Ciertas personas encuentran intolerables las elucubraciones de Jalife; para ellas, la aportación del domingo 7 del último diciembre (
Las guerras de Obama, Ambrose Evans-Pritchard y Robert Gates) fue la gota que derramó el vaso: el viernes 19 respondieron con una inserción pagada dirigida a los administradores y a los lectores del periódico, donde acusan de racista al autor de la columna Bajo la lupa y sugieren su separación de las páginas de La Jornada. Los científicos Alejandro Frank Hoeflich y Olivia Gall Sonabend se asumen como responsables de la carta, titulada
Contra el antisemitismo y que incluye entre sus firmantes a colaboradores de La Jornada (Arnoldo Kraus, Soledad Loaeza, René Drucker-Colín, Margo Glantz) y a prominentes miembros del
star system intelectual y empresarial (Enrique Krauze Kleinbort, Alejandra Lajous, Jorge Castañeda, Héctor Aguilar Camín, Esther Shabot, Marta Lamas, Rosalbina Garavito, Juan Villoro y varias decenas de nombres famosos).
El día 7, Jalife-Rahme había consignado sus sospechas de que los atentados del 26 de noviembre de 2008 en Bombay, India, estuvieran directamente relacionados con la actual crisis económica mundial. Se atrevió a preguntar: "¿Propició la banca israelí-anglosajona la carnicería de Bombay con el fin de repatriar los capitales a Estados Unidos y revaluar artificialmente el dólar? ¿Apuesta Ambrose Evans-Pritchard a una tercera guerra mundial para capitalizar los ahorros de los inversionistas en Estados Unidos y GB [Gran Bretaña]?"
La segunda pregunta se deriva de una presunción que el analista económico Ambrose Evans-Pritchard presentó como afirmación en el periódico inglés Daily Telegraph el 30 de noviembre (
World stability hangs by a thread as economies continue to unravel): "Si la atrocidad [los atentados] impulsa ahora hacia el poder al líder nacionalista indio Narendra Modi del lado de un resurrecto partido Bharatiya Janata (BJP), el sur de Asia, una vez más, afrontará una competición nuclear entre India y Pakistán". Evans concibe otras amenazas de conflictos armados (China contra Japón) o de descomposición económica (Rusia), de forma tal que su recomendación para los inversionistas es la predecible: apostar por "aquellos países que tengan una democracia profundamente arraigada, un fuerte sentido de solidaridad nacional, una probada aplicación de la ley —y portaaviones"; y finaliza: "Estados Unidos y Gran Bretaña no lucen tan mal después de todo".
Al doctor Jalife lo escandaliza la alta velocidad con que el comentarista inglés deduce un escenario nuclear a partir del retorno de los nacionalistas al gobierno indio. La exposición de este contexto nos permite juzgar con mejor claridad la primera pregunta de Jalife: ¿propició la banca la carnicería de Bombay?; sin embargo, él tropieza en medio de su escándalo e incurre en proposiciones tan riesgosas como la de la guerra atómica de Evans-Pritchard. Unifica mediante un adjetivo híbrido a los sistemas financieros de Estados Unidos e Inglaterra (casi nadie aparte de él, en todo el mundo, emplea el término "banca israelí-anglosajona") y, cuando le toca defender sus tesis (
¿Seré 'antisemita' en verdad?, 21 de diciembre), expresa tajante y hasta arrogantemente: "Hechos: quizá lo oculten o ignoren [los acusadores de Jalife], pero el 'mayor estafador del mundo', el 'banquero israelí' Bernie Madoff, maneja(ba) los fondos del Mossad" (el Mossad es la principal institución de inteligencia en Israel).
Por su manera de tratar el asunto de Bombay, el buen doctor había sido acusado de ejercer una labor desinformadora; al complicar al Mossad con Bernard Madoff en la trama de sus sospechas, terminó acreditando como cierta la acusación de indolencia. Los peces —este dicho circula entre pescadores— mueren por abrir la boca.
No se ha revelado hasta este momento, por ningún medio, ni una sola razón confiable para relacionar a Madoff con el Mossad; si la hubiera, Jalife no la muestra. En el colmo de la falta de pruebas, cándidamente pretende validar (21 de diciembre, artículo citado) como fuente de información a The Spoof, un portal de internet (
thespoof.com) que sí traza la relación anhelada; sólo que el texto de referencia es —igual que todos los de The Spoof— satírico, paródico
y enteramente ficticio, y así se avisa en el sitio con reiterados pies de página. Un compañero suyo en La Jornada, Adolfo Gilly, le hizo ver a Jalife que la traducción de
spoof es broma, parodia, tomadura de pelo (sección El correo ilustrado, diciembre 22).
Otra fuente mencionada por el médico (El correo ilustrado, diciembre 23) es una incierta Sorcha Faal, una (supuesta) monja (no católica) cuyo currículo oficial —visible en el
website whatdoesitmean.com— abarca desconcertantes estudios "sobre la estructura esotérica del ADN" (¡archirrequeterrecontrasic!, como gusta exclamar Jalife).
El buen doctor es un mal periodista. A partir de esta tomadura de pelo (
spoof), sus lectores (suponiendo que todavía le quede alguno) no podrán pensar en él sin sentir pena. Se ha convertido en el hazmerreír de sus colegas.
Para ser sincero (en periodismo la sinceridad de quien opina debería ser una obligación), al comprobar los disparates de Jalife me paralizó la sorpresa; después me eché a reír por no cortos minutos, pero mi último estado fue de enojo. La izquierda hispanoamericana tiene a Jalife-Rahme por investigador serio, comprometido con la crítica al sistema capitalista global y con la defensa de causas poco atendidas por otros periodistas, como la resistencia de millones de ciudadanos a que las ganancias de la explotación del petróleo mexicano pasen a manos de unos cuantos particulares. Jalife es asesor para temas petroleros del líder social Andrés Manuel López Obrador —la
bête noire de la prensa nacional— y podemos prever que su desbarre será aprovechado con presteza por los interesados de siempre en aminorar la importancia del movimiento que representa López Obrador. No necesitan demasiada astucia los enemigos de La Jornada para aprovechar, también ellos, el vergonzoso evento, ni le falta interés a esa clase pudiente prevenida hasta contra los rojos más tenues. Tampoco faltan interés y astucia a quienes, durante los últimos años, han hecho lo posible por extender entre la burguesía el prejuicio de que la vecindad de islamitas o árabes en las sociedades modernas implica un peligro para la cultura occidental.
Contra el "semitismo" antisemitaLo dice Abraham Nuncio en un mensaje que La Jornada reprodujo el 26 de diciembre (El correo ilustrado); la causa de la carta del día 19 es "una anticausa: la del chantaje de un antisemitismo a modo inventado por los tiburones de la ideología glamorizada, las finanzas y la guerra". No estoy de acuerdo con otras formulaciones de Nuncio (los absurdos aplausos que en su imaginación les brindó Tel Aviv a quienes acusaron a Jalife), pero la descripción de "tiburones de la ideología glamorizada" les sienta bien a algunos de los que rubrican
Contra el antisemitismo.
Dentro del Fórum de las Culturas celebrado en 2007 en Monterrey, el segundo de los debates, promovidos por Enrique Krauze, fue distinguido con esta interrogación: ¿es compatible con la democracia la religión musulmana? Uno echa de menos la celebración de debates similares donde no sólo a los musulmanes se les cuestione en relación con la democracia, sino también a la cristiandad y a la judeidad; después de todo, en aras de una defensa tremenda de la civilización cristiana se está inmolando desde hace 5 años a un pueblo del Islam. La guerra contra Irak fue condenada como ilícita por el Secretario General (1997-2006) de la ONU, Kofi Annan, pues Estados Unidos, el país agresor, no contó con la autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. ¿Es democrático el desprecio con que mira el imperio cristiano a la comunidad mundial? Por cierto que Krauze fue el más elocuente abogado en México de la invasión a Irak: durante sus entrevistas de 2003 con José Gutiérrez Vivó en el programa radiofónico Monitor, propuso que nuestro país ayudara a Estados Unidos a conseguir el visto bueno de la ONU hacia la anunciada excursión bélica de George Bush II; a cambio de la complicidad mexicana, el gobierno de Bush suscribiría con el de Vicente Fox un acuerdo migratorio que nos fuera favorable. Cambiar sangre por sangre, sufrimiento por sufrimiento, es lo que nos proponen defensores del occidente cristiano como Enrique Krauze, su hijo León, Jorge Castañeda o Claudio X. González. Sin embargo no he visto, a lo largo de estos años de guerra, ningún desplegado multitudinario en Letras Libres que reprenda a su director por la sorprendente sugerencia de permutar vidas mexicanas y muertes iraquíes.
En el número 57 (septiembre de 2003) de la revista dirigida por su padre, León Krauze Turrent presenta un experimento narrativo (
Conversación en Al Qa'im), mediocre en lo literario y amarillo en lo periodístico, donde dos personajes, nombrados con pobre ingenio OBL y SH (¿de quiénes se tratará?), discurren cómo obligar a "rendir cuentas ante el Creador" a "los infieles, con sus aliados israelitas" (sic). Krauze Jr. hace suyo el sinsentido de Bush II y vincula con Al Qaeda a Saddam Hussein, y de pasadita a Bassar Al Assad: "yo ya he escondido lo que hay que esconder [...], sobre todo en Siria", se explaya SH. "Alá es grande: no todo el régimen de Assad teme a los perros americanos. No olvide usted al canciller Al-Shar'a. Pregunte a las personas correctas, y ellas le indicarán dónde encontrar lo que usted necesita para borrar del planeta a los americanos y hundir a los zionistas [sic] en el mar". León Krauze llega así a extremos comparables a los del libelo
Los Protocolos de los Sabios de Sión, "panfleto antisemita creado en Rusia a fines del siglo XIX y utilizado en forma destacada por el régimen nazi, donde se acusa al pueblo judío de planear el control del mundo a través de todo tipo de acciones criminales", de acuerdo con el informado resumen incluso en
Contra el antisemitismo. Sustitúyase "pueblo judío" por "pueblo árabe" y se obtendrá el retrato del antisemitismo contemporáneo: control del mundo, acciones criminales...
Semita —en esto no se equivoca Jalife (artículo de diciembre 21)— significa "perteneciente a los pueblos árabes y hebreos", porque árabes y hebreos tienen un padre común en la mitología bíblica: Sem, hijo de Noé. Cuando los Krauze, que se proclaman antibushistas, admiten junto a Bush la mentida conexión Osama Bin Laden-Saddam Hussein, no sólo cometen un error en calidad de investigadores: contribuyen, en medio de tensiones geopolíticas sumamente frágiles, a extender sospechas infundadas sobre los gobiernos medioorientales y sobre individuos cuyas acciones, para bien o para mal, le conciernen al mundo. Krauze Kleinbort y Krauze Turrent tienden velos sobre las dificultades auténticas y distraen al público con falsos problemas; distorsionan la realidad que viven los pueblos israelí y árabe (la realidad que afecta a los semitas, para decirlo en una palabra). Lo más peligroso: fomentan el miedo, el odio, el adormecimiento del raciocinio; inyectan prejuicios fanáticos en contra de palestinos, sirios e iraquíes: son, pues, culpables de antisemitismo. Objetivamente se convierten en sostenes de Bush, un líder que fue perjudicial para la sociedad estadunidense y para la sociedad humana. Los Krauze son hombres de guerra, no de paz.
Por desgracia, lo mismo tiene que decirse de otros firmantes de
Contra el antisemitismo; por desgracia, algunos de ellos son judíos. Hombres de guerra y no de paz son los ya mencionados Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín; el monopolista del pan (y del PAN) Lorenzo Servitje; la columnista de La Jornada Soledad Loaeza; la columnista de Excélsior Esther Shabot; la esposa de Enrique Krauze y madre de León, Isabel Turrent; Francisco Martín Moreno, José Woldenberg, Guillermo Sheridan...
Hombro con hombro combatiendo junto a tan conspicuos promotores de Bush (perdón: de la civilización occidental) encontramos a intelectuales de nula importancia intelectual (el izquierdista ambidiestro Carlos Monsiváis) y a algunas personas cuyo comportamiento no tiene más explicación sino el haber sucumbido a ese chantaje precisado por Nuncio, el de ese "antisemitismo" que tan perfectamente sirve de escudo ideológico a Israel.
Ayer fue nochebuena. Murió Samuel Huntington.
Cuando las palabras dejan de significarHaciendo gala de simpleza, Olivia Gall amonesta a Jalife (El correo ilustrado, dic. 26): "usted es libre de no coincidir políticamente hablando con Enrique Krauze o con Jorge Castañeda (La Jornada, 9, 10, 14 y 18/04/08), quienes por cierto muchas ocasiones no coinciden entre sí. Sin embargo, 'adereza' usted siempre esta opinión haciendo alusión a los dos apellidos de ambos. ¿Acaso insinúa que Krauze y Castañeda pertenecen a lo que usted llama 'la internacional neofascista liberal' (¿?, La Jornada, 9/04/08) porque son judíos? Eso, señor Jalife, es antisemitismo, y no nos confundamos, todo mundo [sic] sabe lo que significa".
Hay que abandonar esa actitud paranoide de creer que si nos llaman por nuestro nombre completo nos hacen blanco del racismo. Hace dos años Víctor Toledo mencionó el segundo apellido de Enrique Krauze (
Todos somos mesías tropicales, La Jornada, 15/12/06) y, pese a ser la discusión por completo ajena a la problemática israelí, él también fue tildado de antisemita por el aludido. El psicoanalista judío Alberto Sladogna escribe (El correo ilustrado, 27/12/08): "si Alfredo Jalife-Rahme se dignara designarme con mi doble apellido: Sladogna Ceimann, no vería en eso muestra de antisemitismo. ¿Cómo podría tomar como antisemita que se me recordara —se mentara, en todos los sentidos— el apellido judío de mi madre? Por el contrario, es algo de orgullo". Y su carta un ejemplo de higiene mental, añado de mi cosecha.
No todos saben qué significa antisemitismo y Gall parece también ignorarlo. De saberlo, ¿por qué no utiliza términos más apropiados, como antijudaísmo o judeofobia? ¿Nos permite la doctora Gall suponer que se debe a la fama del vocablo? ¿A las crueles evocaciones que suscita y estimulan emocionalmente al lector para coincidir, sin mayor análisis, con su punto de vista? La "internacional neofascista liberal" en la que Jalife-Rahme embute a Castañeda y a Krauze es una válida construcción ficticia, cuya ironía alude a las internacionales comunistas, y la doctora, como hija de internacionalistas, debió haberse dado cuenta. Pero Jalife también incluye en dicha "internacional" a Roger Noriega, José María Aznar y Vicente Fox, ninguno de los cuales es judío. Eso
no es antisemitismo, no nos confundamos. Los textos de Jalife tienen muchos defectos, pero el racismo no se encuentra entre ellos; por lo menos no en los que cita Gall.
No perdamos de vista el punto de partida fijado por los propios Gall y Frank: el artículo de Jalife del 7 de diciembre, que constituye su respuesta crítica al de Evans-Pritchard del 30 de noviembre. En este último se da por muy probable un enfrentamiento nuclear (
nuclear showdown) entre India y Pakistán, y enseguida se recomienda dejar de depositar dinero en países inestables (India) para trasladarlo a países "democráticos" (Estados Unidos e Inglaterra). Jalife se pregunta entonces si a los atacantes de Bombay no los habrá animado la intención específica de provocar una fuga de capitales en dirección de un Wall Street más hambriento que nunca de inversores. Consideremos ahora el nudo con que el destino de Israel ha sido atado por sus gobernantes a Estados Unidos. Jalife
no lanza acusaciones de criminalidad sobre el pueblo judío: se hace una pregunta sobre
los gobernantes de Israel, o sobre
el sistema financiero de Israel; en cualquier caso una pregunta legítima sobre las acciones de un segmento minúsculo de la gente en Israel, no sobre todos los israelíes ni mucho menos sobre todos los judíos. La "adscripción" judía —se señala en
Contra el antisemitismo— "no es necesariamente religiosa ni es ideológicamente uniforme", a lo que añadiríamos: "y rebasa al Estado de Israel, y a cualquier parte en que para su análisis se descomponga el Estado de Israel, sea esa parte la faceta religiosa del Estado, su actividad política o su sistema financiero". Qué ironía: uno de los suscriptores de
Contra el antisemitismo, Humberto Musacchio, caracteriza a Jalife (
Antisemitismo, judaísmo, prejuicio y racismo, Excélsior, dic. 25) como alguien que "asocia sin escrúpulo términos como israelí y judío". Esa inescrupulosa asociación es trazada por la doctora Gall en su reprimenda a Jalife del día 26.
Ha sido alta la tempestad del mar que separa a Jalife-Rahme y a sus críticos. Ha sido revoltosa la polémica. Presiento que proseguirá por varios días más. Entre las participaciones más interesantes que han esparcido los diarios, se acerquen o no a mi propio punto de vista, detecto
Contra el antisemitismo (Arnoldo Kraus, La Jornada, dic. 24) y
Contra la judeofobia (Miguel Ángel Granados Chapa, Reforma, dic. 24). En internet,
Acerca del desplegado en La Jornada "Contra el antisemitismo" (Fernando Sánchez Cuadros, portales Rebelión y Tlaxcala,
rebelion.org y
tlaxcala.es, dic. 21).
Ya debería haber concluido este artículo. Quisiera no agregar ni una palabra más, pero me estoy enterando, apenas en este instante, del bombardeo israelí sobre Gaza. 100 bombas. 300 muertos. 1500 heridos. Pero el día no ha terminado.
Leo estos números más grandes que yo y pienso: dejar fuera de la palabra
semita a los árabes, es una primera forma de desaparecerlos.
G. J. M.
24-29 de diciembre de 2008.