miércoles, octubre 12, 2016

Idilio (Francisco De Quevedo)

IDILIO
Francisco De Quevedo y Villegas

Los que con las palabras solamente
Freno ponéis de Júpiter al rayo;
Los que podéis vestir de luto a mayo
Y anochecer al sol en el Oriente.

Los que apeáis la luna de su coche
Para que espuma escupa en vuestras yerbas;
Los que con voces alcanzáis las ciervas;
Los que hurtáis las estrellas a la noche.

Los que quitáis a Marte de la mano
La dura espada sin temer su filo;
Los que alargar podéis el mortal hilo
Y desnudar de rosas al verano.

Si vuestras artes procuráis que crea
Y que podéis hacer lo que he contado,
Haced que amando a Tirse viva amado
Y que tratable de mi amor la vea.

Cuando de que me vi libre me acuerdo,
Cuya memoria en daño me redunda,
Por romperla, sacudo la coyunda
Y la maroma, por soltarme, muerdo.

Fábula soy del vulgo y de la gente,
Que de Amor con mi ejemplo se rescata,
Cuando con igual fuerza me maltrata
El bien pasado y el dolor presente.

Antes que te rindiera mis despojos
Y antes que te mirara, Gloria mía,
Yo confieso de mí que no entendía
El secreto lenguaje de los ojos.

Pasaba el tiempo en ejercicios rudos,
El oro despreciando y los zafiros;
Nunca les hallé lengua a los suspiros,
Porque pensé hasta ahora que eran mudos.

Y antes que viera del Amor las lides,
Nunca pude creer que se tornaba,
En cada mujer débil que lloraba,
Cada pequeña lágrima un Alcides.

Jamás imaginé llegar a estado,
Que temiendo le fuese concedido
Remedio a mi dolor, tan bien nacido,
No le osase pedir desesperado.

Mas después que te vi, Señora mía,
Supe, siendo mortal, sujeto a muerte,
Hacer contra mí propio un Dios tan fuerte
Que pone al Cielo ley su valentía.

Supe de Amor, en el tormento y potro,
Después de darte victoriosas palmas,
Hallar en la afición para las almas
El pasadizo que hay de un cuerpo a otro.

(El Parnaso español, 1648.)

domingo, octubre 09, 2016

Mujeres (Tomás Segovia)

MUJERES
Tomás Segovia

Conversan las mujeres al crepúsculo
Con los brazos cruzados
Con los ojos ociosos
Las que escuchan atienden
A un tiempo íntimamente y lejanísimas
En paz consigo mismas
A sí mismas devueltas por esa voz ajena
Que toma la palabra y en ella envuelto el mundo
Y pone a las oyentes en la orilla
Donde la vida al fin queda al alcance
Donde el coloquio es tibieza y abrigo
Donde el murmullo llega como en sueños
Pero está uno despierto
Y en un silencio que se vuelca afuera
Por fin el habla calla
Y es la escucha quien habla
La escucha donde es dicho
Lo que ninguno dice
Lo que toda intención ya desfigura
Y entonces son el sitio salvador
Donde la especie misma se llama la Hechizada
La Atenta Taciturna la Fascinada Muda
La Sedienta de Voces la Absorta Escuchadora
Se pasan luego la palabra unas a otras
Y va de boca en boca
Un lenguaje feliz manoseado
Mal fajado aturdido cosquilloso
No dicen nada soban las palabras
Se dejan entibiar por su licor el pecho
No dicen nada dicen que hay la vida
Dicen que hay fatalmente
Los relatos que crecen de nosotros
Como uñas o cabellos
No dicen nada por que todo corra
Por no parar su vida con palabras
Ni obcecar sus palabras de contusas acciones
Y ahora en ellas la especie se llama la Habladora
La Horneadora de Relatos
La Narradora Engañadora de la Muerte
La Incansable Hipnotista
Y ellas puestas por un rato a salvo
Con el rostro lavado en el olvido
Las manos dormitando en el regazo
Devanan el ovillo interminable
Tejen en círculo entre todas
Con inasibles ondas una red disipable
Por la que todo pasa y todo escapa
No quieren apresar su vida
No quieren poseerse en un relato
No tienen nada que salvar de la ignorancia
Hablan para ponerle un corazón al tiempo
Hablan por el manar y el devanar
Y en verdad es allí
                           no en las palabras
En el tiempo por ellas amaestrado
Que en las palabras danza
Una morosa danza aburrida y tiránica
Donde aprenden sus vidas a ser graves
A no ir a ningún sitio
Siendo el sitio de todo partir a todo sitio
A ser sombra y aroma de todos los relatos
Sin haber sido nunca relatadas
Conversan las mujeres para nada
Desde mi propia fiesta de palabras
Yo saludo su lenta ceremonia
Su juego de un misterio tan antiguo
Que se ha hecho invisible
Saludo su tranquila certidumbre
Con un saludo menos indudable
Mas desde una distancia
Tan tenebrosamente antigua
Como la gruta oculta y caldeada
Donde veo que están sentadas
Desde siempre
Charlando


(Casa del nómada, 1992.)