ADORADORES DE LA LUNA
Eric R. Dodds
Somos aquellos que la plena
realidad no alcanzaron,
y cuya carne es algo secundario,
y cuyas ideaciones no se crearon
para erigir sus tronos irreales
en una casa de esqueleto y sangre.
Por el cerebro errantes todo el día,
nos aturde la orgía
de penas y delicias de la carne
que hieren con sus risas y su llanto
el trémulo desdén de nuestro encanto.
Empero,
al relajarse la carnal tortura,
danzan velados
al son de raras cantinelas mudas
innúmeros espectros que importunan
la alta señora, la Vestal, la Luna:
"Oh virginal, oh luminosa Luna!
Ampara nuestros ruegos atenuados.
Oh pescadito del azul helado,
oh nadador de la estelar laguna,
vendrás a redimirnos pronto, Luna?"
(Traducción: Jorge Luis Borges; Grecia, año 3, núm. 40; Sevilla, febrero, 1920.)
lunes, noviembre 16, 2015
The Moon-Worshippers
THE MOON-WORSHIPPERS
Eric R. Dodds
We are the partly real ones
Whose bodies are an accident,
Whose phantasies were never meant
To fix their unsubstantial thrones
Inside a house of blood and bones.
All day we creep about the brain,
Benumbed and deafened with the noise
Of carnal pains and carnal joys,
That thrust their stupid joy and pain
Across the peace of our disdain.
But when the grosser senses swoon,
Then with dances privily
And the wordless litany
A million ghosts will importune
Our vestal mistress, Lady Moon:
"O undefiled, O lucid Moon!
Hear our attenuated cry!
O little fish of the cold sky,
O swimmer of the void lagoon,
O Moon, shall our release be soon?"
(Coterie, issue 3; London, December, 1919.)
Eric R. Dodds
We are the partly real ones
Whose bodies are an accident,
Whose phantasies were never meant
To fix their unsubstantial thrones
Inside a house of blood and bones.
All day we creep about the brain,
Benumbed and deafened with the noise
Of carnal pains and carnal joys,
That thrust their stupid joy and pain
Across the peace of our disdain.
But when the grosser senses swoon,
Then with dances privily
And the wordless litany
A million ghosts will importune
Our vestal mistress, Lady Moon:
"O undefiled, O lucid Moon!
Hear our attenuated cry!
O little fish of the cold sky,
O swimmer of the void lagoon,
O Moon, shall our release be soon?"
(Coterie, issue 3; London, December, 1919.)
lunes, junio 22, 2015
La infinita red de Indra
"El infinito Indra extiende infinitamente una red infinita hecha de joyas infinitas que se propaga en todas direcciones. Cada joya refleja a todas las joyas de la red. En cada una de las infinitas facetas o caras de una joya que Indra escoge al azar (y las toma a todas en un instante ubicuo y simultáneo: para eso es un dios), tendríamos que mirar, desconocidos y abismados, la infinidad del resto de las joyas; y el resto de caras y joyas reflejarse una en cada otra. Esta fábula breve y extenuante quiere decir que, aun cuando interpretamos los fenómenos de la existencia como sucesos independientes, separados y distintos, la verdad es que cada sujeto y cada acontecimiento se comunica con los demás a través del espacio y del tiempo. El suceso individual se realiza por gracia colaborativa de los demás sucesos individuales y, a su vez, influye en el conjunto; y ni la joya ni la red de joyas tendrían ser sin esta dependencia. Uno es Todo. Todo es Uno".
jueves, mayo 14, 2015
Sobre nuestra moral poética
SOBRE NUESTRA MORAL POÉTICA
Roque Dalton
No confundir, somos poetas que escribimos
desde la clandestinidad en que vivimos.
No somos, pues, cómodos e impunes anonimistas:
de cara estamos contra el enemigo
y cabalgamos muy cerca de él, en la misma pista.
Y al sistema y a los hombres
que atacamos desde nuestra poesía
con nuestra vida les damos la oportunidad de que se cobren,
día tras día.
(Poemas clandestinos, 1975.)
Roque Dalton
No confundir, somos poetas que escribimos
desde la clandestinidad en que vivimos.
No somos, pues, cómodos e impunes anonimistas:
de cara estamos contra el enemigo
y cabalgamos muy cerca de él, en la misma pista.
Y al sistema y a los hombres
que atacamos desde nuestra poesía
con nuestra vida les damos la oportunidad de que se cobren,
día tras día.
(Poemas clandestinos, 1975.)
Como tú
COMO TÚ
Roque Dalton
Yo, como tú,
amo el amor,
la vida,
el dulce encanto de las cosas,
el paisaje celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan,
de todos.
Y que mis venas no terminan en mí,
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.
(Poemas clandestinos, 1975.)
Roque Dalton
Yo, como tú,
amo el amor,
la vida,
el dulce encanto de las cosas,
el paisaje celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan,
de todos.
Y que mis venas no terminan en mí,
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.
(Poemas clandestinos, 1975.)
Alta hora de la noche
ALTA HORA DE LA NOCHE
Roque Dalton
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendría la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto:
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.
(El turno del ofendido, 1962.)
Roque Dalton
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendría la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto:
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.
(El turno del ofendido, 1962.)
martes, abril 21, 2015
Un arte
UN ARTE
Elizabeth Bishop
El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.
Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.
Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.
Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.
Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.
Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.
(Traducción: Andrea Garcés; revista El malpensante, núm. 128, marzo de 2012, http://www.elmalpensante.com/articulo/2402/un_arte.)
Elizabeth Bishop
El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.
Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.
Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.
Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.
Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.
Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.
(Traducción: Andrea Garcés; revista El malpensante, núm. 128, marzo de 2012, http://www.elmalpensante.com/articulo/2402/un_arte.)
One art
ONE ART
Elizabeth Bishop
The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.
Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.
Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.
I lost my mother’s watch. And look! my last,
or next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.
I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.
—Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.
(Geography III, 1977.)
Elizabeth Bishop
The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.
Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.
Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.
I lost my mother’s watch. And look! my last,
or next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.
I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.
—Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.
(Geography III, 1977.)
domingo, enero 25, 2015
El hombre de nieve
EL HOMBRE DE NIEVE
Wallace Stevens
Uno debe tener espíritu de invierno
Para mirar la escarcha y las ramas
De los pinos cubiertos de nieve;
Y haber tenido frío durante mucho tiempo
Para contemplar los enebros goteando hielo,
Los toscos pinabetes en el distante brillo
Del sol de enero; y no pensar
En ninguna aflicción en el sonido del viento,
En el rumor de unas cuantas hojas,
Que es la voz de la tierra
Llena del mismo viento
Que sopla en el mismo lugar baldío
Para el oyente, quien oye en la nieve,
Y, él mismo nadie, contempla
Nada que no esté allí y la nada que allí está.
(Traducción: Miguel Ángel Flores; El hombre con la guitarra azul y otros poemas, 1988.)
Wallace Stevens
Uno debe tener espíritu de invierno
Para mirar la escarcha y las ramas
De los pinos cubiertos de nieve;
Y haber tenido frío durante mucho tiempo
Para contemplar los enebros goteando hielo,
Los toscos pinabetes en el distante brillo
Del sol de enero; y no pensar
En ninguna aflicción en el sonido del viento,
En el rumor de unas cuantas hojas,
Que es la voz de la tierra
Llena del mismo viento
Que sopla en el mismo lugar baldío
Para el oyente, quien oye en la nieve,
Y, él mismo nadie, contempla
Nada que no esté allí y la nada que allí está.
(Traducción: Miguel Ángel Flores; El hombre con la guitarra azul y otros poemas, 1988.)
The snow man
THE SNOW MAN
Wallace Stevens
One must have a mind of winter
To regard the frost and the boughs
Of the pine-trees crusted with snow;
And have been cold a long time
To behold the junipers shagged with ice,
The spruces rough in the distant glitter
Of the January sun; and not to think
Of any misery in the sound of the wind,
In the sound of a few leaves,
Which is the sound of the land
Full of the same wind
That is blowing in the same bare place
For the listener, who listens in the snow,
And, nothing himself, beholds
Nothing that is not there and the nothing that is.
(Harmonium, 1923.)
Wallace Stevens
One must have a mind of winter
To regard the frost and the boughs
Of the pine-trees crusted with snow;
And have been cold a long time
To behold the junipers shagged with ice,
The spruces rough in the distant glitter
Of the January sun; and not to think
Of any misery in the sound of the wind,
In the sound of a few leaves,
Which is the sound of the land
Full of the same wind
That is blowing in the same bare place
For the listener, who listens in the snow,
And, nothing himself, beholds
Nothing that is not there and the nothing that is.
(Harmonium, 1923.)
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