Los enlaces a los videos elaborados por los usuarios comenzaron a aparecer en orden cronológico, los más recientes primero. Algunos títulos llevaban un R. I. P. que me sobresaltó. Puse algunos de esos videos recientes y al amanecer comprobé la noticia en un periódico: Rick Wright había muerto el lunes, de cáncer. Cuando yo era más joven toqué el teclado para algunos grupos de rock y de pop. Uno de los músicos cuyo trabajo me inspiró fue el minimalista Rick. Y ahora el héroe de mi adolescencia y de mi juventud había muerto.
Richard William Wright nació en Londres el 28 de julio de 1943. Estudió arquitectura en el Instituto Politécnico de Regent Street (absorbido posteriormente por la Universidad de Westminster), donde conoció a George Roger Waters y Nicholas Berkeley 'Nick' Mason; junto a ellos y otros jóvenes aficionados formó el grupo de rock Sigma 6 en 1964.
El núcleo de Waters, Mason y Wright se mantuvo constante enmedio de las diversas alineaciones de la banda, de la que entraban y salían músicos; debido a la movilidad de los integrantes, Richard —quien sabía tocar varios instrumentos— pasó de la guitarra a los teclados electrónicos y Roger de la guitarra al bajo. Nick Mason fue desde el principio el baterista. Otras denominaciones que utilizaron como banda fueron The Abdabs, The Screaming Abdabs, The Meggadeaths y The Tea Set (o The T-Set) hasta que en 1965 el vocalista que tenían por entonces, Roger Keith 'Syd' Barrett, propone el nombre The Pink Floyd Sound, después cortado a The Pink Floyd y Pink Floyd.
Contra lo que la gente piensa, el término fluido rosa no había sido inspirado por los viajes en ácido en los que a toda hora era inevitable hallar a Syd, sino por dos bluesmen, Pink Anderson y Floyd Council, cuyos nombres había leído el cantante en la funda de un disco.
En rápido tiempo, el sonido de The Pink Floyd Sound se había alejado extensas millas del rythm & blues de Sigma 6. El grupo de fines de los sesenta amalgamaba las intuiciones psicodélicas de Syd Barrett con la imaginería tenebrosa de Roger Waters y elementos de las músicas clásica, concreta y jazz aportados por Richard Wright. El desarrollo de esta tendencia conscientemente experimental daría lugar en la década siguiente al rock progresivo, el cual, como apunta el crítico del Independent Andy Gill, “en manos de agrupaciones menos innovadoras se convirtió simplemente en una excusa para solos instrumentales largos y masturbatorios, pero en manos de los Floyd ofrecía posibilidades musicales mucho más sutiles e intrigantes”.
Lejos de paradigmas del sintetizador progresivo como Keith Emerson o Rick Wakeman, a Rick Wright no le interesaba la complejidad, menos la fastuosidad ni la demostración perpetua y descollante de sus poderes como instrumentista. Su presencia en los álbumes parecía 'a primer oído' modesta, reservada; lo que sucedía, en realidad, era que Rick 'hilaba delgado', se desplazaba como una serpiente sobre y debajo del terreno que él había descubierto, el de la experimentación con materiales sonoros que iba más allá de la interpretación tonal para adentrarse en el valor musical de los susurros y los ruidos, de lo que no suele ser considerado 'arte': el rechinar de las cosas juntas, las equivocaciones electrónicas, el viento, los animales y las plantas, el cuerpo humano, la carrera de los metrónomos, el tic-tac de los relojes, la percusión de superficies metálicas, la manipulación de invenciones pretéritas en el estudio de grabación; también las pausas y los ecos de las voces y la prolongación de una sola nota en el órgano hasta exasperar a quien la oye y también el meditabundo silencio. Rick hizo suya, en clave de rock, la convicción de los movimientos de vanguardia del siglo XX: el universo entero y en cada una de sus partes es un objeto musical.
Rick, además, disponía los entornos adecuados para las diligencias de uno de los mejores guitarristas de los 70: David Gilmour. Como instrumentista —al igual que como persona, por lo que he sabido— Rick fue alguien con quien se podía dialogar; no una figura que se imponía, al revés de tantas superestrellas del progresivo. Vale recordar que Pink Floyd tuvo dos formaciones clásicas: la psicodélica, la de los primeros discos, contaba con Barrett en la voz y en los instrumentos con Wright, Waters y Mason; la segunda, propiamente progresiva, excluye a Barrett —por su drogadicción y comportamiento errático— e incluye a Gilmour.
A lo largo de los 70, Roger Waters irá concentrándose más y más en sus propios proyectos, sirviéndose del grupo como mera herramienta para llevar éstos a cabo, lo que por supuesto desagrada a los demás. Después de elaborar los discos más propositivos de su carrera —The dark side of the Moon (1973), Wish you were here (1975), Animals (1977)— Pink Floyd se entrega al álbum doble The Wall (1979), proyecto realmente de Waters, pretencioso, bombástico... y al que el público ha beneficiado convirtiéndolo en clásico. Durante los ensayos en el estudio, y fuera de él, Rick manifiesta su disgusto con el papel de Roger como 'jefe', se niega a recortar sus vacaciones y a terminar La Pared con rapidez (lo que habría supuesto una compensación económica para los Floyd por parte de Columbia Records, quienes desesperaban por ver el álbum concluido). Roger, encolerizado, despide a Richard del grupo; sin embargo, la misma ansiedad de completar la grabación lo antes posible obliga a Waters a contratar a Richard, pues conocía los temas. Otra ironía es que con la gira promocional, para la cual también fue contratado Wright, éste obtuvo réditos económicos mayores que los de sus ex-compañeros: los shows —con su parafernalia de cuadrafonía, luces de mil colores, marionetas gigantescas y muros alrededor del escenario— resultaron demasiado costosos y los tres integrantes de ese momento de Pink Floyd debieron sacrificar sus ganancias; no así Wright, que cobró con sueldo de técnico especializado.
Richard no aparece en el siguiente álbum, The final cut (1983), el más débil en lo musical, aunque las letras de Waters en torno a la Guerra Fría y al conflicto entre Inglaterra y Argentina por las Islas Malvinas, destacan en la discografía floydiana por su compromiso con el momento político (“Brezhnev took Afghanistan,/ Begin took Beirut,/ Galtieri took the Union Jack/ and Maggie [Margaret Thatcher],/ over lunch one day,/ took a cruiser with all hands/ apparently to make him give it back”). Algunos teclados en The final cut los toca Roger, otros son interpretados por Andy Bown, del grupo Status Quo, y por el célebre director de orquesta Michael Kamen.
Para Roger, The final cut fue el último álbum de la banda, pero David y Nick deseaban proseguir con los discos y los conciertos. Esta diferencia de perspectivas trenza al bajista, al guitarrista y al baterista en una serie de conflictos jurídicos, que culminan con el reconocimiento legal a Dave y Nick del derecho de trabajar bajo el nombre común de Pink Floyd.
Liberados del conflictivo Roger, Nick y Dave contratan a Rick para A momentary lapse of reason (1987) y en la gira subsecuente lo invitan a reintegrarse al grupo. Esta encarnación de Pink Floyd —Gilmour, Mason, Wright— lanza en 1994 The division bell. Después de The division bell no hubo nuevas grabaciones de los Floyd y ahora sabemos que no las habrá jamás.
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La canción del primer video que he incluido para ilustrar esta entrada del blog, fue compuesta por Rick y su primera esposa, Juliette Gale, quien cantaba junto a él en los lejanos tiempos de Sigma 6. Se titula Against the odds y aparece en el primer disco solista de Richard, Wet dream. La letra trata sobre la difícil convivencia dentro del matrimonio. La voz y el piano son de Richard.
La segunda canción, Stay, forma parte de Obscured by clouds, soundtrack a cargo de Pink Floyd de la película La Vallée (1972), dirigida por Barbet Schroeder. En esta composición de Richard Wright y Roger Waters, la letra reproduce la frialdad de un rock-star hacia la mujer que lo acompañó por una noche. Es uno de los escasos temas de Pink Floyd cantados por Rick.
El tercer tema es especial para mí. Cuando compré el caset del Dark side of the Moon, estaba en secundaria y la pieza que más me gustaba era The great gig in the sky, una serie de acordes lentos, una melodía mínima en el piano y la sobrecogedora voz de una mujer. Me extrañó leer años después que con este tema Pink Floyd pretendía retratar los momentos de una vida próxima a la muerte, porque la intensidad y la potencia de la cantante Clare Torry son tales que su canto me hacía pensar en los aullidos del orgasmo, me hacía pensar (o no pensar: sentir) en una vida que se abre paso a grandes brazadas en el mar, acercándose al centro sexual de la vida. Cuando los breves cinco minutos del tema se terminan, uno, que no hizo nada más que oír, sufre la misma extenuación que si hubiera cantado o gritado o corrido o nadado o hecho el amor por horas. The great gig in the sky es, para mí, la mejor composición de Richard y una de las mejores piezas de Pink Floyd.
... And I am not frightened of dying, any time will do; I don't mind. Why should I be frightened of dying?
Richard Wright: Against the odds
Pink Floyd: Stay
Pink Floyd: The great gig in the sky
Vínculos interesantes:
Perfil de Richard Wright en el sitio Pink Floyd Style (en inglés)
Obituario en The Guardian (en inglés)
Artículo de Andy Gill en The Independent (en inglés)
Artículo de Spencer Leigh en The Independent (en inglés)
Artículo de Aldo Bonanni en La Jornada de Oriente (en español)