IDILIO
Francisco De Quevedo y Villegas
Los que con las palabras solamente
Freno ponéis de Júpiter al rayo;
Los que podéis vestir de luto a mayo
Y anochecer al sol en el Oriente.
Los que apeáis la luna de su coche
Para que espuma escupa en vuestras yerbas;
Los que con voces alcanzáis las ciervas;
Los que hurtáis las estrellas a la noche.
Los que quitáis a Marte de la mano
La dura espada sin temer su filo;
Los que alargar podéis el mortal hilo
Y desnudar de rosas al verano.
Si vuestras artes procuráis que crea
Y que podéis hacer lo que he contado,
Haced que amando a Tirse viva amado
Y que tratable de mi amor la vea.
Cuando de que me vi libre me acuerdo,
Cuya memoria en daño me redunda,
Por romperla, sacudo la coyunda
Y la maroma, por soltarme, muerdo.
Fábula soy del vulgo y de la gente,
Que de Amor con mi ejemplo se rescata,
Cuando con igual fuerza me maltrata
El bien pasado y el dolor presente.
Antes que te rindiera mis despojos
Y antes que te mirara, Gloria mía,
Yo confieso de mí que no entendía
El secreto lenguaje de los ojos.
Pasaba el tiempo en ejercicios rudos,
El oro despreciando y los zafiros;
Nunca les hallé lengua a los suspiros,
Porque pensé hasta ahora que eran mudos.
Y antes que viera del Amor las lides,
Nunca pude creer que se tornaba,
En cada mujer débil que lloraba,
Cada pequeña lágrima un Alcides.
Jamás imaginé llegar a estado,
Que temiendo le fuese concedido
Remedio a mi dolor, tan bien nacido,
No le osase pedir desesperado.
Mas después que te vi, Señora mía,
Supe, siendo mortal, sujeto a muerte,
Hacer contra mí propio un Dios tan fuerte
Que pone al Cielo ley su valentía.
Supe de Amor, en el tormento y potro,
Después de darte victoriosas palmas,
Hallar en la afición para las almas
El pasadizo que hay de un cuerpo a otro.
(El Parnaso español, 1648.)
Francisco De Quevedo y Villegas
Los que con las palabras solamente
Freno ponéis de Júpiter al rayo;
Los que podéis vestir de luto a mayo
Y anochecer al sol en el Oriente.
Los que apeáis la luna de su coche
Para que espuma escupa en vuestras yerbas;
Los que con voces alcanzáis las ciervas;
Los que hurtáis las estrellas a la noche.
Los que quitáis a Marte de la mano
La dura espada sin temer su filo;
Los que alargar podéis el mortal hilo
Y desnudar de rosas al verano.
Si vuestras artes procuráis que crea
Y que podéis hacer lo que he contado,
Haced que amando a Tirse viva amado
Y que tratable de mi amor la vea.
Cuando de que me vi libre me acuerdo,
Cuya memoria en daño me redunda,
Por romperla, sacudo la coyunda
Y la maroma, por soltarme, muerdo.
Fábula soy del vulgo y de la gente,
Que de Amor con mi ejemplo se rescata,
Cuando con igual fuerza me maltrata
El bien pasado y el dolor presente.
Antes que te rindiera mis despojos
Y antes que te mirara, Gloria mía,
Yo confieso de mí que no entendía
El secreto lenguaje de los ojos.
Pasaba el tiempo en ejercicios rudos,
El oro despreciando y los zafiros;
Nunca les hallé lengua a los suspiros,
Porque pensé hasta ahora que eran mudos.
Y antes que viera del Amor las lides,
Nunca pude creer que se tornaba,
En cada mujer débil que lloraba,
Cada pequeña lágrima un Alcides.
Jamás imaginé llegar a estado,
Que temiendo le fuese concedido
Remedio a mi dolor, tan bien nacido,
No le osase pedir desesperado.
Mas después que te vi, Señora mía,
Supe, siendo mortal, sujeto a muerte,
Hacer contra mí propio un Dios tan fuerte
Que pone al Cielo ley su valentía.
Supe de Amor, en el tormento y potro,
Después de darte victoriosas palmas,
Hallar en la afición para las almas
El pasadizo que hay de un cuerpo a otro.
(El Parnaso español, 1648.)