jueves, diciembre 13, 2007

«He sido un asesino psicópata»

Jimmy Massey: «He sido un asesino psicópata»*
Testimonio de un ex soldado marine de EEUU que peleó en Irak

Rosa Miriam Elizalde**
Red Voltaire
22 de noviembre de 2007

Durante casi 12 años el sargento Jimmy Massey fue un marine de corazón duro. En marzo del 2003, llegó a Irak con las tropas invasoras y dirigió a 45 hombres que no dudaron en matar a civiles inocentes. Jimmy Massey participando en la Feria del Libro de Caracas, donde presentó su libro Cowboys de Infierno, un crudo testimonio del genocidio que EE.UU. comete día a día contra el pueblo iraquí. El ex marine responde a las preguntas de la periodista cubana Rosa Miriam Elizalde de Cubadebate. Desde Caracas.
Dos fotografías del soldado Jimmy Massey en Irak al desencadenarse la invasión estadounidense en marzo 2003.

«Tengo 32 años y soy un asesino psicópata entrenado. Las únicas cosas que sé hacer es venderle a los jóvenes la idea de enrolarse en los marines y matar. Soy incapaz de conservar un trabajo. Para mí los civiles son despreciables, retrasados mentales, unos débiles, una manada de ovejas. Yo soy su perro pastor. Soy un depredador. En el Ejército me llamaban "Jimmy el Tiburón"».

Este es el segundo párrafo del libro escrito hace tres años por Jimmy Massey, con la ayuda de la periodista Natasha Saulnier, que fue presentado en la Feria del Libro de Caracas. Cowboys de Infierno es el relato más violento que se haya escrito hasta ahora de la experiencia de un ex miembro del Cuerpo de Marines, uno de los primeros en llegar a Irak durante la invasión del 2003 y que decidido a contar todas las veces que sean necesarias qué significa haber sido por 12 años un despiadado marine y por qué lo cambió la guerra.

Jimmy asistió como panelista al taller principal de la Feria, que tiene un título polémico: «Estados Unidos, la Revolución posible», y su testimonio ha sido quizás el de mayor impacto en la audiencia. Lleva el pelo con un corte militar, espejuelos oscuros, camina con aires marciales y sus brazos están completamente tatuados. Parece exactamente lo que era: un marine. Cuando habla es otra cosa: alguien profundamente marcado por una aterradora experiencia que intenta evitarle a otros jóvenes incautos. Como asegura en su libro, no ha sido el único que mató en Irak: esta fue una práctica constante entre sus compañeros. Cuatro años después de dejar la guerra, todavía vive perseguido por las pesadillas.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Qué significan todos esos tatuajes?

Jimmy Massey: Tengo muchos. Me los hice en el Ejército. En la mano (señala la zona entre los dedos pulgar y anular), el logo de Blackwater, el ejército mercenario que fue fundado donde yo nací, en Carolina del Norte. Me lo hice en un acto de resistencia, porque los marines tienen prohibido tatuarse la zona que va de las muñecas a las manos. Un día los integrantes de mi pelotón nos emborrachamos y todos nos hicimos el mismo tatuaje: un cowboy de ojos inyectados en sangre sobre varias ases, que representan la muerte. Quiere decir exactamente eso que estás pensando: «mataste a alguien». En el brazo derecho, el símbolo de los marines, con la bandera norteamericana y la Texas, donde me enrolé en el Ejército. En el pecho, del lado izquierdo, un dragón chino que desgarra la piel y significa que el dolor es la debilidad escapándose del cuerpo. Lo que no nos mata nos hace más fuerte.

Tapa del libro Cowboys del Infierno que fue presentado en la Feria del Libro de Caracas (FILVEN 2007) y en presencia de Jimmy Massey. Usted podrá pedir el libro escribiendo a la editorial Timéli: mail@timeli.ch y apoyar de esta manera a nuestras investigaciones periodísticas.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Por qué dijo que en el Cuerpo de Marines encontró las peores personas que usted ha conocido en su vida?

Jimmy Massey: Estados Unidos solo tiene dos maneras de usar a los marines: para tareas humanitarias y para asesinar. En los 12 años que yo pasé en el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos jamás participé en misiones humanitarias.

Rosa Miriam Elizalde: Antes de ir a Irak usted reclutaba a jóvenes para que ingresaran en el Ejército. ¿Qué significa ser un reclutador en Estados Unidos?

Jimmy Massey: Ser un mentiroso. La administración Bush ha forzado a la juventud norteamericana para que se enrole en el Ejército y lo que básicamente hace –y yo hice también- es tratar de ganar gente con incentivos económicos. Durante tres años recluté a 74 personas, que nunca me dijeron que querían entrar en el Ejército para defender al país ni argumentaron ninguna razón patriótica. Querían recibir dinero para ir a una universidad u obtener un seguro de salud. Y yo les describía primero todas esas ventajas y solo al final les hablaba de que iban a servir a la patria. Jamás recluté al hijo de un rico. Para mantener el trabajo, los reclutadores no podíamos tener escrúpulos.

Rosa Miriam Elizalde: Ahora el Pentágono ha relajado más los requisitos para entrar al Ejército. ¿Qué significa eso?

Jimmy Massey: Los estándares para el reclutamiento han descendido enormemente, porque casi nadie quiere enrolarse. Ya no es un impedimento tener problemas mentales ni antecedentes criminales. Pueden ingresar personas que han cometido felonías, es decir que han sido sentenciadas a más de un año de cárcel, lo que se considera un delito serio. Pueden ingresar muchachos que no han terminado los estudios preuniversitarios. Si pasan la prueba mental, ingresan.

Rosa Miriam Elizalde: Usted cambió después de la guerra, pero ¿qué sentimientos tenía antes?

Jimmy Massey: Yo era como otro soldado cualquiera, que creía en lo que le decían. Sin embargo, desde que estaba reclutando comencé a sentirme mal: como reclutador tenía que mentir todo el tiempo.

Rosa Miriam Elizalde: Sin embargo, creyó que su país se enrolaba en una guerra justa contra Irak.

Jimmy Massey: Sí. Los reportes de inteligencia que recibíamos decían que Saddan tenía armas de destrucción masiva. Después descubrimos que todo era mentira.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Cuándo se enteró que lo habían engañado?

Jimmy Massey: En Irak, a donde llegué en marzo de 2003. A mi pelotón le tocó ir a los lugares que habían sido del Ejército iraquí y vimos miles y miles de municiones en cajas que llevaban la etiqueta norteamericana y estaban ahí desde que los Estados Unidos ayudaban al gobierno de Saddan en guerra contra Irán. Vi cajas con la bandera norteamericana y hasta tanques de EE.UU. Mis marines –yo era sargento de categoría E6, un rango superior al sargento, y dirigía a 45 marines- me preguntaban por qué había municiones de nuestro país en Irak. No entendían. Los informes de la CIA afirmaban que Salmon Pac era un campo de terroristas y que íbamos a encontrar armas químicas y biológicas. No encontramos nada. En ese momento empecé a pensar que nuestra misión realmente era el petróleo.

Rosa Miriam Elizalde: Las líneas más perturbadoras de su libro son esas donde usted se reconoce como asesino psicópata. ¿Puede explicar por qué lo dice?

Jimmy Massey: He sido un asesino psicópata porque me entrenaron para matar. No nací con esa mentalidad. Fue el Cuerpo de Infantería de Marina quien me educó para que fuera un gangster de las corporaciones estadounidenses, un delincuente. Me entrenaron para cumplir ciegamente la orden del Presidente de Estados Unidos y traerle a casa lo que él pidiera, sin reparar en ninguna consideración moral. Yo era un psicópata porque nos ensañaron a disparar primero y a preguntar después, como lo haría un enfermo y no un soldado profesional que solo debe enfrentar a otro soldado. Si había que matar a mujeres y a niños, lo hacíamos. Por tanto, no éramos soldados, sino mercenarios.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Qué experiencia exactamente le hizo a usted llegar a esa conclusión?

Jimmy Massey: Hubo varias. Nuestro trabajo era ir a determinadas áreas de las ciudades y ocuparnos de la seguridad en las carreteras. Hubo un incidente en particular -y muchos más- que realmente me llevó hasta el borde del precipicio. Afectó a un coche que llevaba civiles iraquíes. Todos los informes de inteligencia que nos llegaban decían que los carros iban cargados con bombas y explosivos. Esa era la información que recibíamos de la inteligencia. Los carros llegaban a nuestros controles y hacíamos algunos disparos de advertencia; cuando no detenían su marcha a la velocidad que indicábamos, disparábamos sin contemplaciones.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Con las ametralladoras?

Jimmy Massey: Sí. Esperábamos que hubiera explosiones al acribillar cada vehículo. Pero nunca oímos nada. Luego abríamos el carro y ¿qué encontrábamos?: muertos o heridos, y ni una sola arma, ninguna propaganda de Al Qaeda, nada. Salvo civiles en el lugar equivocado y en el momento equivocado.

Rosa Miriam Elizalde: Usted también relata cómo su pelotón ametralló una manifestación pacífica. ¿Es así?

Jimmy Massey: Sí. En los alrededores del Complejo Militar de Rasheed, al sur de Bagdad, cerca del río Tigris. Había manifestantes al final de la calle. Eran jóvenes y no tenían armas. Y cuando avanzamos había ya un tanque que estaba aparcado a un lado de la calle. El conductor del tanque nos dijo que eran manifestantes pacíficos. Si los iraquíes hubieran querido hacer algo podían haber volado el tanque. Pero no lo hicieron. Sólo estaban manifestándose. Eso nos hizo sentirnos bien porque pensamos: «Si fueran a dispararnos, lo habrían hecho ya». Ellos estaban como a 200 metros de nuestro retén.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Quién dio la orden de ametrallar a los manifestantes?

Jimmy Massey: Del alto mando nos dijeron que no perdiéramos de vista a los civiles porque muchos fedayines (combatientes) de la Guardia Republicana se habían quitado los uniformes, se habían puesto ropas de civiles y estaban desencadenando ataques terroristas contra los soldados estadounidenses. Los informes de inteligencia que nos daban eran conocidos básicamente por cada miembro de la cadena de mando. Todos los marines teníamos muy clara la estructura de la cadena de mando que se organizó en Irak. Yo creo que la orden de disparar a los manifestantes vino de altos funcionarios de la Administración, eso incluía tanto a los centros de inteligencia militar como gubernamental.


Rosa Miriam Elizalde: ¿Usted qué hizo?

Jimmy Massey: Yo regresé a mi vehículo, un humvee (un jeep altamente equipado) y escuché un tiro por encima de mi cabeza. Mis marines empezaron a disparar y yo también. No nos devolvieron ningún disparado, mientras que yo había disparado 12 veces.
Quise asegurarme de que habíamos matado según las normas de combate de la convención de Ginebra y los procedimientos operativos reglamentarios. Intenté olvidarme de sus caras y busqué las armas, pero no había ninguna.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Y sus superiores cómo reaccionaron?

Jimmy Massey: Me dijeron que «la mierda ocurre».

Rosa Miriam Elizalde: Cuando sus compañeros se enteraron que habían sido engañados, ¿cómo reaccionaron?

Jimmy Massey: Yo era segundo en el mando. Mis marines me preguntaban por qué estábamos matando a tantos civiles. «¿Tú puedes hablar con el teniente?», me preguntaron. «Diles que tiene que haber retenes adecuados, preparados por los ingenieros de combate». La respuesta fue: «No». En el momento en que los marines descubrieron que era una gran mentira, enloquecieron más.

Nuestra primera misión en Irak no fue para dar apoyo humanitario, como decían los medios, sino para asegurar los campos petroleros de Bassora. En la ciudad de Karbala usamos la artillería por 24 horas. Fue la primera ciudad que atacamos. Yo pensé que íbamos a darle ayuda médica y alimenticia a la población. No. Seguimos de largo hasta los campos petroleros. Antes de llegar a Irak, estuvimos en Kuwait.
Llegamos en enero de 2003 y nuestros vehículos estaban llenos de comida y medicina. Le pregunté al teniente qué íbamos a hacer con los suministros, pues apenas cabíamos nosotros con tantas cosas dentro. Me dijo que su capitan le había ordenado dejar todo en Kuwait. Poco después nos dieron la orden de quemarlo todo: alimentos y suministros médicos humanitarios.

Rosa Miriam Elizalde: Usted también ha denunciado el uso del uranio empobrecido...

Jimmy Massey: Tengo 35 años y sólo conservo el 80 por ciento de mi capacidad pulmonar. Me han diagnosticado una enfermedad degenerativa de la columna vertebral, fatiga crónica y dolor en los tendones. Antes, todos los días corría 10 kilómetros por puro placer, y ahora solo puedo caminar entre 5 y 6 km todos los días. Tengo temor de tener niños por eso. Mi cara está inflamada. Mira esta foto (me muestra la imagen que aparece en la credencial de la Feria del Libro), me la tomaron poco después de regresar de Irak. Parezco un Frankenstein. Todo eso se lo debo al uranio empobrecido, ahora imagínate lo que estará pasando con la gente en Irak.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Qué ocurrió cuando regresó a Estados Unidos?

Jimmy Massey: Me trataron como un loco, un cobarde, un traidor.

Rosa Miriam Elizalde: Sus superiores han dicho que es mentira todo lo que ha contado.

Jimmy Massey: La evidencia contra ellos es abrumadora. El Ejército norteamericano esta agotado. Mientras más tiempo dure esta guerra, más posibilidades habrá de que mi verdad aparezca.

Rosa Miriam Elizalde: El libro que usted ha presentado en Venezuela está editado en español y en francés. ¿Por qué no se ha publicado en Estados Unidos?

Jimmy Massey: Las editoriales han exigido que elimine los nombres reales de las personas que están involucradas en su historia y que presente la guerra en Irak como envuelta en una neblina, menos crudamente. No estoy dispuesto a hacerlo. Editoriales como New Press, supuestamente de izquierda, se negaron a publicarlo porque temían verse envueltas en un pleito presentado por la gente involucrada en el libro.

La asociación de Jimmy Massey, la IVAW «Veteranos de Irak contra la Guerra» (Iraq Veterans Against the War, IVAW) organizando una marcha de protesta en los EEUU para denunciar esta ilegal y abusiva invasión.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Por qué medios como The New York Times y The Washington Post jamás reprodujeron su testimonio?

Jimmy Massey: Yo no repetía el cuento oficial, de que las tropas estaban en Irak para ayudar al pueblo, ni repetía que los civiles morían por accidente. Me negué a decir eso. No había visto ningún disparo accidental contra los iraquíes y me negué a mentir.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Ha cambiado esa actitud?

Jimmy Massey: No. Lo que han hecho es incorporar opiniones y libros de personas con objeciones de conciencia: que están contra la guerra en general o que participaron en la guerra, pero no tuvieron este tipo de experiencia. Se resisten todavía a mirar de frente la realidad.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Tiene fotografías o documentos que prueben lo que usted nos ha contado?

Jimmy Massey: No. Me quitaron todas mis pertenencias, cuando me ordenaron regresar a Estados Unidos. Regresé de Irak solo con dos armas: mi mente y un cuchillo.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Habrá alguna salida a corto plazo para la guerra?

Jimmy Massey: No. Lo que veo es una misma política entre demócratas y republicanos. Son la misma cosa. La guerra es un negocio para ambos partidos, que dependen del Complejo Militar Industrial. Necesitamos un tercer partido.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Cuál?

Jimmy Massey: El del socialismo.

Rosa Miriam Elizalde: Usted ha participado en un taller cuyo título es «Estados Unidos: La Revolución es posible». ¿Cree que realmente que habrá revolución en EE.UU.?

Jimmy Massey: Ya comenzó. En el sur, donde yo nací.

Rosa Miriam Elizalde: Pero esa ha sido tradicionalmente la zona más conservadora del país.

Jimmy Massey: Después del Katrina eso cambió. Nueva Orleáns se parece a Bagdad. La gente del sur está indignada y se pregunta todos los días cómo es posible que se atrevan a invertir en una guerra inútil y en Bagdad, cuando no lo han hecho en Nueva Orleans. Recuerda también que en el Sur se inició la primera gran rebelión del país.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Iría usted a Cuba?

Jimmy Massey: Admiro a Fidel y al pueblo de Cuba y por supuesto, si me invitan, yo iré a la Isla. No me importa qué me diga mi gobierno. Nadie controla a dónde yo voy.

Rosa Miriam Elizalde: ¿Sabe usted que el símbolo del desprecio imperial hacia nuestra nación es una fotografía de marines mientras orinaban sobre la estatua de José Martí, el Héroe de nuestra Independencia?

Jimmy Massey: Si, lo sé. En el Cuerpo de Marines nos hablaban de Cuba como una colonia de los Estados Unidos y nos ensañaron algo de Historia. Parte de la formación de un marine es aprender algunas cosas de los países que habrá que invadir, como dice la canción.

Rosa Miriam Elizalde: ¿La canción de los marines?

Jimmy Massey: (Canta) «From the halls of Montezuma, to the shores of Tripoli…» (Desde las salas de Montezuma hasta las playas de Trípoli...)

Rosa Miriam Elizalde: Es decir, los marines quieren estar en todo el mundo.

Jimmy Massey: El sueño es dominar al mundo…, aunque por el camino nos conviertan a todos en asesinos.

* Jimmy Massey es actualmente uno de los principales activistas de la organización Veteranos de Irak contra la Guerra (Iraq Veterans Against The War, IVAW).

** Rosa Miriam Elizalde. Periodista cubana. Más artículos de esta autora.

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Entrevista a Jimmy Massey en la televisión venezolana



Parte 1

Parte 2

Parte 3

lunes, diciembre 10, 2007

Mientras escucho un disco de John Lennon

Alguien escucha un disco de John Lennon
Domingo F. Faílde

Viene del lado inmóvil del tiempo, suena
desde una cueva oscura esa voz que nadie localiza,
flota en el aire,
se empoza en la nostalgia, como un presagio líquido,
surcando la penumbra gris del atardecer.
He aquí, en un remolino de pájaros, la música;
el vértigo indomable de la voz, y John Lennon
sueña, imagina, eleva
la construcción del grito, la precisión insomne
de la luz insaciada.
John Lennon, a lo lejos,
trepa por el crepúsculo,
y reverdece el cauce del calendario,
como si un maremoto,
recorriendo el declive de la memoria,
el velo del origen descorriera.
He aquí la perfección de la tristeza
que mide la distancia de la noche, su indescifrable código,
sus ocultos designios, en tanto
dilapida sus pétalos la duda.

No es acaso John Lennon quien cruza la avenida,
sino una sombra dulce que no borró la lluvia,
anclada a un tocadiscos que, pese a todo, suena,
mientras entre los sauces se atrinchera el otoño.

(Náufrago de la lluvia, 1995)
Love

Love is real, real is love,
Love is feeling, feeling love,
Love is wanting to be loved.

Love is touch, touch is love,
Love is reaching, reaching love,
Love is asking to be loved.

Love is you,
You and me,
Love is knowing
We can be.

Love is free, free is love,
Love is living, living love,
Love is needing to be loved.

(1970)

miércoles, diciembre 05, 2007

Miles plays John

Por: Eratóstenes Horamarcada

El jazz es el hermano mayor de la revolución. La revolución lo sigue a todas partes.
Miles Davis

No que yo sepa mucho de jazz --la verdad, más que melómano soy villamelón, y no sólo hablando de jazz--, pero esta rola me gusta mucho. No tengo más que decir.

Bueno, sí, agregaré algo más. ¿No creen que el sustantivo "rola", del cual nos valemos l
os mexicanos cuando en un ambiente familiar o coloquial suena la música, es preciso y es precioso? Porque ¿cómo definir a cada diferente "interpretación" o "tema" de jazz? No con el nombre de "canción", porque no siempre se extiende sobre los instrumentos un vocalista que cante (la guía de un cantante, en cambio, sería una cualidad distintiva del pop). Me incomoda igualmente hablar de "piezas"; una pieza es un pedazo, un remanente de una totalidad descompuesta. Y "melodía" es aún menos exacto: queremos oír la armonía, el ritmo, y no la melodía a secas.

Como sea, invito al vagabundo cibernético a que, si ya se detuvo en mi blog, escuche la rola
John McLaughlin, incluida como cuarto track en el álbum del trompetista Miles Davis Bitches brew, grabado en 1969 y editado en 1970. Para mí, es conmovedor que un músico respetado universalmente como Davis, en el esplendor de su apogeo y fama, haya dedicado este tema a uno de sus colaboradores más jóvenes. El buen John debió haber sentido algo muy chingón (excuse my French) al descubrirse inmortalizado no sólo por su participación como guitarrista en el disco, sino porque su nombre es también el de un deslumbrante cuerpo sónico.

Con Bitches brew, como se anuncia ya desde el irreverente título y la abigarrada portada, Miles Davis se rebela contra sí mismo, se reinventa y deja atrás el cool jazz, del que fuera figura principal durante casi dos décadas completas. Y es que el estilo cool, finalmente, había sido bienvenido en el apretado ambiente snob de los salones de la burguesía blanca que tanto detestaba Miles: la juventud blandengue y "culturosa", como dirían Beam y los compas batianos. El trompetista se había comprometido, emocional y políticamente (a todo compromiso político le precede un compromiso emocional), con movimientos contestatarios como el de Malcolm X y otros agitadores que en la espumosa marea de los años 60 reivindicaban la herencia africana de los negros norteamericanos. La música de Davis resintió su inconformismo político; así, en Bitches brew, la trompeta hasta entonces "tranquila" de Miles se saca de la garganta ruidos y rugidos desconcertantes, y cada miembro de la banda se obliga a desarrollar toda la potencia agresiva de sus respectivos instrumentos; el ejemplo, por supuesto, lo habían impuesto los músicos de free jazz, pero lo de Bitches brew era otra cosa: algo más duro, compacto y carnal.

Uno de los jóvenes que comenzaban a descollar en el jazz de aquellos años era el inglés John McLaughlin. Éste, si bien de raza blanca, aprovechó la experiencia de uno de los guitarristas negros que mayor influencia han ejercido en la música popular: Jimi Hendrix. Ciertamente, Hendrix --y la mayoría de los admiradores de Hendrix-- toca rock, pero un rock fuertemente enraizado en el blues. Con Hendrix, el rock deja de ser blues blanqueado para transformarse en blues electrificado. A través de McLaughlin, Miles aprende de Hendrix; pero no habremos de olvidar aquella aguda observación del baterista avant-garde Shelly Manne: "Cuando el jazz toma del rock, en realidad está tomando de sí mismo".

Al igual que intentaran hacer años atrás con el músico
cool, los Estados Unidos Blancos & Burgueses, esta vez en su encarnación pop, intentaron atraer hacia su mundo a Davis, invitándolo a tocar con músicos de moda (Eric Clapton, Jack Bruce) en el New York Pop Festival de la isla Randall (julio de 1970). La respuesta del trompetista negro, fiel a sí mismo y a su raza, fue: "No quiero ser hombre blanco. Rock es palabra del hombre blanco".

Una respuesta que me escuece, habiendo oído rock y pop toda mi vida. Y porque me hubiera gustado ver a Davis junto a Clapton --¿a quién no?-- tocando al unísono, e incluso al horrísono. Además, no es por hablar mal de Miles, pero en algún festival pop terminó tocando por ahí (eran los 80) unas versiones harto
bizarre de Michael Jackson y Cindy Lauper.

Pero le prometí al vagabundo algo de música, como si fuera agua. Y música es lo que de mí beberá.


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lunes, diciembre 03, 2007

Carnemente

Carta abierta
VII
Juan Gelman

deshijándote mucho/deshijándome/
buscándote por tu suavera/
paso mi padre solo de vos/pasa
la voz secreta que tejés/paciente/

como desalmadura de mi estar/
¿niñito que pasás volando por
los trabajos grandísimos?/
¿atando?/¿desatando?/¿atando para
que no me quepa en vos?/¿me fuese afuera
de este dolor?/¿a dónde?/¿qué país
sangrás/para que sangre carnemente?/
¿por dónde andás/tristísimo de tibio?

(Si dulcemente, 1980)