El jazz es el hermano mayor de la revolución. La revolución lo sigue a todas partes.
Miles Davis
Miles Davis
No que yo sepa mucho de jazz --la verdad, más que melómano soy villamelón, y no sólo hablando de jazz--, pero esta rola me gusta mucho. No tengo más que decir.
Bueno, sí, agregaré algo más. ¿No creen que el sustantivo "rola", del cual nos valemos los mexicanos cuando en un ambiente familiar o coloquial suena la música, es preciso y es precioso? Porque ¿cómo definir a cada diferente "interpretación" o "tema" de jazz? No con el nombre de "canción", porque no siempre se extiende sobre los instrumentos un vocalista que cante (la guía de un cantante, en cambio, sería una cualidad distintiva del pop). Me incomoda igualmente hablar de "piezas"; una pieza es un pedazo, un remanente de una totalidad descompuesta. Y "melodía" es aún menos exacto: queremos oír la armonía, el ritmo, y no la melodía a secas.
Como sea, invito al vagabundo cibernético a que, si ya se detuvo en mi blog, escuche la rola John McLaughlin, incluida como cuarto track en el álbum del trompetista Miles Davis Bitches brew, grabado en 1969 y editado en 1970. Para mí, es conmovedor que un músico respetado universalmente como Davis, en el esplendor de su apogeo y fama, haya dedicado este tema a uno de sus colaboradores más jóvenes. El buen John debió haber sentido algo muy chingón (excuse my French) al descubrirse inmortalizado no sólo por su participación como guitarrista en el disco, sino porque su nombre es también el de un deslumbrante cuerpo sónico.
Con Bitches brew, como se anuncia ya desde el irreverente título y la abigarrada portada, Miles Davis se rebela contra sí mismo, se reinventa y deja atrás el cool jazz, del que fuera figura principal durante casi dos décadas completas. Y es que el estilo cool, finalmente, había sido bienvenido en el apretado ambiente snob de los salones de la burguesía blanca que tanto detestaba Miles: la juventud blandengue y "culturosa", como dirían Beam y los compas batianos. El trompetista se había comprometido, emocional y políticamente (a todo compromiso político le precede un compromiso emocional), con movimientos contestatarios como el de Malcolm X y otros agitadores que en la espumosa marea de los años 60 reivindicaban la herencia africana de los negros norteamericanos. La música de Davis resintió su inconformismo político; así, en Bitches brew, la trompeta hasta entonces "tranquila" de Miles se saca de la garganta ruidos y rugidos desconcertantes, y cada miembro de la banda se obliga a desarrollar toda la potencia agresiva de sus respectivos instrumentos; el ejemplo, por supuesto, lo habían impuesto los músicos de free jazz, pero lo de Bitches brew era otra cosa: algo más duro, compacto y carnal.
Uno de los jóvenes que comenzaban a descollar en el jazz de aquellos años era el inglés John McLaughlin. Éste, si bien de raza blanca, aprovechó la experiencia de uno de los guitarristas negros que mayor influencia han ejercido en la música popular: Jimi Hendrix. Ciertamente, Hendrix --y la mayoría de los admiradores de Hendrix-- toca rock, pero un rock fuertemente enraizado en el blues. Con Hendrix, el rock deja de ser blues blanqueado para transformarse en blues electrificado. A través de McLaughlin, Miles aprende de Hendrix; pero no habremos de olvidar aquella aguda observación del baterista avant-garde Shelly Manne: "Cuando el jazz toma del rock, en realidad está tomando de sí mismo".
Al igual que intentaran hacer años atrás con el músico cool, los Estados Unidos Blancos & Burgueses, esta vez en su encarnación pop, intentaron atraer hacia su mundo a Davis, invitándolo a tocar con músicos de moda (Eric Clapton, Jack Bruce) en el New York Pop Festival de la isla Randall (julio de 1970). La respuesta del trompetista negro, fiel a sí mismo y a su raza, fue: "No quiero ser hombre blanco. Rock es palabra del hombre blanco".
Una respuesta que me escuece, habiendo oído rock y pop toda mi vida. Y porque me hubiera gustado ver a Davis junto a Clapton --¿a quién no?-- tocando al unísono, e incluso al horrísono. Además, no es por hablar mal de Miles, pero en algún festival pop terminó tocando por ahí (eran los 80) unas versiones harto bizarre de Michael Jackson y Cindy Lauper.
Pero le prometí al vagabundo algo de música, como si fuera agua. Y música es lo que de mí beberá.
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9 comentarios:
hola Erat, soy oidos mas que ojos, gracias, Ana
Ana:
Gracias a ti por abrirme tus oídos y tus ojos.
Me sorprende leerte de música.
Prometo mañana traer audifonos para escucharte.
Rico.
Erat
Son las tantas de la noche, estoy en mi casa y finalmente lo puede sentir, lo pude escuchar. Tal como me lo prometiste: es una salvajada deliciosa, sencillamente una ricura.
Mil gracias
Erat
Y la de Shubert, así como un remanso de tranquilidad; hermosa, sublime la interpretación; pero debo confesar que esta noche me siento un poco más... salvaje.
Gracias, por todo
Champy, tal vez esta música es diferente de la que sueles oír; tal vez te guste, tal vez no te guste, pero no te va a dejar indiferente; y yo creo que el arte interesante es el que no es complaciente, el que impide nuestra indiferencia.
Marichuy, entonces en tu casa hubo un encuentro de salvajes, al encontrarse el jazz y tú.
Me complace que te haya gustado. Seguramente en tu ciudad será menos difícil conseguir discos interesantes como éste.
Erat, estoy esperando tu nueva sorpresa a mis oidos... eso es curiosidad al borde. jajaja
besos
Un grande Miles!! es tan refrescante escucharlo!
un gran tema McLaughlin, como me gusta esa guitarra hendrixiana
Salu2
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