viernes, octubre 03, 2008

Historia de una noche

Escucha...

Escucha
El rumor escucha
Las cadenas que lleva el torrente
Oye, mira
El terror cabalga en aras de bayoneta
Acércate amor mío, no temas, ya pasará

Nos cubrieron con lazos de dolor
Nos robaron el lenguaje de los astros
No temas ya llegará la aurora

En la negritud se volcó la imagen
Nos rompieron los cráneos
Y mis cabellos bañan la simiente
Estréchate ya pasará el frío

Se crecieron las negras raíces
Serpiente verdesmeralda
Formada de cristal de gritos
Nos negaron el silencio
Y nos acogotaron con sus voces
Ya pasará amor mío no temas

Eduardo Santos
Facultad de Comercio de la UNAM, Revista de la Universidad

*

Listen...

Listen
For the murmur listen
For the stream of chains
Listen, look
Terror gallops on an altar of bayonets
Come closer, my love, fear no more, it will be over

They covered us with ribbons of pain
They robbed us of the language of the stars
Do not be afraid, dawn will come

The image was thrown into the blackness
They broke open our skulls
And strands of my hair cover the seed
Hold tight, the cold will go away

The roots of darkness rose
Emerald-green serpent
Made of cries that shattered the glass
They denied us the silence
And choked us with their voices
It will be over, my love, fear no more

Translated to English by Atenea Acevedo and revised by Machetera, Tlaxcala

*
México, 2 de octubre de 1968: noche de Tlatelolco, muerte del movimiento estudiantil
Ernesto Páramo
Tlaxcala
2 de octubre de 2008
Tragedia, representación teatral para recordar los acontecimientos del 2 de octubre de 1968; fue escenificada el 2 de octubre de 2006 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. Foto: Roberto García/ La Jornada.

Los hechos de la noche de Tlatelolco están aún cubiertos, 40 años después, por una neblina densa y fría que oculta la identidad de una multitud de actores secundarios que, a pesar de serlo, tuvieron papeles de importancia en esta tragedia. Aquellos actores principales que tomaron las decisiones y que tuvieron responsabilidad directa por los acontecimientos que condujeron a la masacre: el presidente de la República Gustavo Díaz Ordaz, el secretario de Gobernación Luis Echeverría Álvarez, el jefe del Estado Mayor Presidencial general Luis Gutiérrez Oropeza, el comandante de la operación militar en Tlatelolco general José Hernández Toledo y el comandante del Batallón Olimpia Coronel Ernesto Gutiérrez Gomes Tagle, entre otros, junto con aquellos que se dedicaron a crear confusión como estrategia de desinformación en los días que siguieron a la masacre, han permanecido fuera del alcance de la ley y de la justicia.

Sin embargo, la sangre de los jóvenes y las lágrimas de los adultos todavía están frescas y llenas de dolor.

Tlatelolco, ilustración de Juan Kalvellido

Las marchas masivas de más de 700 mil u 800 mil estudiantes, trabajadores, amas de casa y empleados de oficina que tardaban más de tres o cuatro horas en llegar al Zócalo a partir del Museo de Antropología, aún están presentes y frescas en la memoria de quienes participaron activamente y de quienes formaron valla en silencio a lo largo del camino para verlos pasar y darles su apoyo.

Es cierto que el Consejo Nacional de Huelga no fue disuelto sino hasta el 4 de diciembre en un mitin en Zacatenco. Sin embargo, también es cierto que después de la noche del 2 de octubre y la masacre de Tlatelolco, con cientos de estudiantes y espectadores muertos, miles de encarcelados en prisiones y campos militares o víctimas de persecución por parte del estado y sus fuerzas de represión, el movimiento estudiantil realmente dejó de existir. Aparte de intentos de protesta aislados, durante la ceremonia inaugural de la XIX Olimpiada, que fueron rápida y brutalmente suprimidos, el movimiento prácticamente desapareció.

Hay dos versiones, aparentemente contradictorias, de los acontecimientos de la noche del 2 de octubre, y ellas dependen principalmente del lugar en el que se encontraban los observadores, del tiempo en el que realizaban sus reportes y de su interpretación personal bajo circunstancias de peligro extremo.

Se celebró un mitin público que fue anunciado para empezar a las 17:00 horas en la Plaza de las Tres Culturas, en el cual se encontraban una gran variedad de gente: Padres de familia con niños pequeños, estudiantes, trabajadores, obreros. Los oradores exigían en tono verbal agitado que terminara la represión violenta ejercida por las diferentes fuerzas policíacas, cuando de pronto se dejaron oír ráfagas de ametralladora sin saber exactamente de donde venían.

La gente empezó a correr tratando de escapar en un pánico ciego, lo que produjo muchos lesionados.

Gustavo Díaz Ordaz

Durante estos momentos de caos, francotiradores situados en los edificios de la Unidad Habitacional de Tlatelolco empezaron a disparar en contra de las unidades del ejército que se encontraban ahí. El tiempo, las 18:10. La batalla se generaliza oyéndose ráfagas de ametralladora interrumpidas por largos lapsos de silencio y después del silencio, las ráfagas de nuevo.

La mayoría de los disparos en contra del ejército se hicieron desde el edificio 16 de Septiembre: el ejército respondió usando 2 tanques que dispararon con sus cañones en contra del edificio. Esto produjo inmediatamente un incendio y un número desconocido de víctimas que debe de haber sido muy grande.

Muy pronto se hicieron numerosas llamadas telefónicas a la Cruz Roja y a la Cruz Verde para que atendieran a las víctimas y para que las transportaran a las clínicas y hospitales que les pudieran ofrecer ayuda médica. Las ambulancias hicieron una cantidad innumerable de viajes con los heridos durante toda la noche.

En estos momentos se puede observar una gran cantidad de heridos, pero ningún muerto. El rumor empieza a circular de que hay dos soldados muertos.

Aunque la batalla se llevaba a cabo en toda la unidad habitacional, sólo se podían ver dos camiones quemados a las 19.30 horas.

Muchos curiosos que se encontraban en el lugar de los hechos recibieron heridas de bala.

Como decíamos antes, hay varias versiones de los acontecimientos y de cómo empezó la balacera. A las 19:40 horas circulaban dos de ellas.

Luis Echeverría Álvarez

La primera dice que 3 helicópteros se encontraban volando sobre el lugar, cuando de pronto uno de ellos dejó caer una luz verde, que se asume fue la señal para que el ejercito empezara a atacar.

La segunda dice que una patrulla policíaca pasaba frente al edificio 16 de septiembre, cuando fue atacada con armas de fuego y testigos aseguran que miembros de la policía montada empezaron a disparar en contra de los habitantes del edificio. Inmediatamente después llegó el Ejército con sus tanques, abriendo fuego con sus cañones y provocando un incendio que se extendió con rapidez.

Los oradores hicieron un esfuerzo desesperado para controlar esta situación tan violenta, pidiendo a los asistentes que no hicieran nada que provocara una reacción del ejército o de la policía.

Un helicóptero bajó mucho sobre la Plaza de las Tres Culturas, donde se llevaba a cabo el mitin y dejó caer una luz verde. De inmediato se inició la balacera y el ejército inicio sus operaciones.

A las 19:15 horas en el punto más feroz de la violencia. La balacera se extiende desde la calle Manuel González en el norte a la calle Sol, lo que incluye la totalidad de la Unidad Habitacional de Tlatelolco.

Grupos de granaderos se ven por todas partes persiguiendo a los estudiantes y disparando a matar con sus rifles.

A las 19:15 horas un Volkswagen blanco, circula a alta velocidad por la calle Manuel González, se detiene por unos momentos en la Glorieta Peralvillo, dispara varias veces a los soldados y escapa.

A las 19:45 horas en la calle Prolongación de San Juan de Letrán y Sol unos 100 estudiantes hacen un mitin, y el orador los arenga a través de un megáfono, para que se mantengan unidos sin tenerle miedo a la muerte.

De repente una camioneta panel blanca llega ahí y se estaciona, todos los muchachos se dispersan hacia el sur.

En las calles de Zarco y Nonoalco se ve un autobús de la línea San Rafael-Aviación destruido. En las calles de Guerrero y Nonoalco se encuentra otro de la línea Guerrero-San Lázaro en llamas. En Lerdo y Nonoalco hay un autobús de la línea Peralvillo-Tlanepantla en ruinas.

A las 20:00 horas se ven escenas desgarradoras de padres de familia buscando a sus hijos por los alrededores.

Por el edificio de Relaciones Exteriores se puede ver a una señora cargando a una niña de tres años, camina unos pasos y se desmaya.

A las 20:19 horas El Ejército entra en masa a la Plaza de las Tres Culturas con varios carros ligeros de combate y un gran número de soldados. Al mismo tiempo, aproximadamente 100 estudiantes fueron conducidos a San Juan de Letrán en 18 transportes militares como prisioneros.

Por más de 30 años el Gobierno Federal ha negado la existencia de detenidos y desaparecidos en el Campo Militar Número Uno, sin embargo, documentos oficiales de la Procuraduría General de la Republica y de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad sobre la represión del 2 de Octubre de 1968, localizados en el Archivo General de la Nación, desmienten las versiones que prevalecieron por más de tres décadas.

Después de que el ejército entró a la Plaza de las Tres Culturas se podía ver una gran cantidad de muertos. Algunos de los cuales, se empezaba a amontonar, unos sobre otros.

A las 20:45 horas empieza un incendio en el edificio Chihuahua sobre el cual concentra su fuego el ejército porque piensan que ahí se encuentran los miembros del Consejo Nacional de Huelga.

Alguien dice que hay 17 muertos en el atrio de la Iglesia de Santiago.

El Ejército ha capturado y tiene prisioneros a 400 estudiantes en la parte de atrás del edificio de Relaciones Exteriores.

Llegan más refuerzos del ejército, los granaderos y otras fuerzas policíacas a la Unidad Nonoalco. En la Plaza de las Tres Culturas una ambulancia militar transporta a dos muchachas. No se sabe si están heridas de gravedad.

Entre las calles de San Juan de Letrán y Tacuba se puede ver un tranvía quemando. Entre las calles de San Juan de Letrán y 16 de Septiembre un camión de limpieza es consumido por el fuego.

Un testigo recuerda el arribo de la Brigada Olimpia que estaba integrada por agentes especiales, muchos de ellos tan jóvenes que se podían confundir fácilmente con los estudiantes, y que sólo se identificaban por un guante blanco en la mano izquierda. Estos soldados entraron a todos los departamentos de los edificios en busca de estudiantes, armas o testigos de las atrocidades.

Es una situación dantesca con muchos padres, madres, hermanos y otros familiares buscando a sus seres queridos. Van de un lugar a otro preguntando y tratando de encontrar a sus familiares. Se llenan de pánico cuando se enteran de que algunos de los edificios han sido ametrallados por el ejército o que los granaderos disparaban a los estudiantes por la espalda.

La otra versión del inicio de la masacre dice que ya iba a terminar el mitin cuando se vio pasar un grupo de muchachos que parecían estudiantes. Se dirigían al edificio Chihuahua, hacia el balcón que usaban los oradores. Este grupo era parte de la Brigada Olimpia, una unidad especial de la policía integrada por soldados, policías judiciales y otros. Llevaban un guante blanco en la mano izquierda para identificarse.

Entraron al edificio y llegaron al balcón donde estaban los dirigentes del movimiento estudiantil, trataron de detenerlos y ellos resistieron, así que los miembros de la Brigada Olimpia empezaron a disparar cuando vieron una luz verde que se lanzó desde un helicóptero que descendió bastante bajo. Del edificio Chihuahua se difundió la balacera a todos lados.

En la parte de atrás de la Iglesia de Tlatelolco hay más de mil estudiantes detenidos por el ejército. En un elevador del edificio Chihuahua se encuentran como 60 estudiantes en calzoncillos con la cara hacia la pared y las manos en la nuca.

Hacia las 24:00 horas se pueden ver unas mil doscientas personas detenidas en la parte oriente de la Iglesia de Tlatelolco. Entre ellos, estudiantes, padres y madres de familia, obreros, empleados de oficina y hasta niños. Por todos lados se ven escenas desgarradoras. Se oyen gritos desesperados de angustia y se ven las figuras en la oscuridad de aquellos que buscan, con frecuencia en vano, a aquellos familiares que han desaparecido.

Varios francotiradores que atacaron a las fuerzas del ejército desde los edificios de Tlatelolco perecieron o sufrieron heridas graves. Cuando menos dos son identificados como miembros del ejército.

Como siempre en América Latina, cuando hay un desastre político o alguna tragedia social, la CIA se encuentra escondiéndose muy cerca, en un algún agujero o en el caso de México, en las oficinas de los más altos dirigentes de la nación.

Según documentos recientemente desclasificados por el gobierno de los Estados Unidos, obtenidos y examinados por Kate Doyle del Archivo de Seguridad Nacional, la CIA inició en 1956 un programa para reclutar altos funcionarios del gobierno mexicano y tuvo en Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez a dos agentes de muy alto valor.

Winston Scott

En su libro sobre Winston Scott, Our man in Mexico (Nuestro hombre en México), Jefferson Morley analizó también estos documentos y otros muchos.

Díaz Ordaz, Echeverría y Fernando Gutiérrez Barrios fueron reclutados por Winston Scott que fue jefe de estación en México entre 1956 y 1969 como parte del programa denominado Litempo, que tuvo un éxito tan grande que se consideró como modelo para otras estaciones de la CIA.

Sin embargo, el programa acabó por absorber a su creador, anotó Morley en resumen, al señalar que los reportes sobre el movimiento estudiantil de 1968 sólo reflejaron el punto de vista que el gobierno de Díaz Ordaz quiso presentar y que de acuerdo a varios reportes (la CIA transmitió cuando menos 15 versiones distintas y contradictorias sobre los hechos de Tlatelolco) el gobierno de México estaba luchando en contra de una amenaza comunista con raíces en el extranjero.

Fuentes cercanas a la presidencia de Díaz Ordaz aceptaron sin reserva a fines de 1968, que nadie tenía la menor idea de cómo resolver los problemas con el movimiento estudiantil, sin poner en peligro el inicio de los Juegos Olímpicos y que Díaz Ordaz llamaba por teléfono a Scott con tanta frecuencia, en los momentos más difíciles del conflicto para pedirle consejos y ayuda, que el jefe de estación se regresó a los Estados Unidos para cortar la comunicación entre ellos.

El código Litempo compuesto por el prefijo Li que identifica operaciones en México y Tempo, que identifica al programa de relaciones entre la CIA y “altos funcionarios selectos” de México.

Díaz Ordaz era Litempo 2, Echeverría era Litempo 8 y Gutiérrez Barrios Litempo 4.

Fernando Gutiérrez Barrios

Litempo 1 era Emilio Bolaños, un sobrino de Díaz Ordaz que fue posiblemente el conducto por el cual entraron en contacto con el Presidente, cuando era Secretario de Gobernación.

El documento dice que la CIA-México informó al gobierno de EEUU que el gobierno mexicano reportó que el movimiento estudiantil era dirigido por comunistas y que tenía influencias extranjeras (proviniendo de la embajada soviética) pero que los reportes eran cuando menos exageraciones.

Como muchos mexicanos, los oficiales de la embajada de los Estados Unidos en la ciudad de México, no estaban preparados para ver la fuerza que tomó el movimiento estudiantil y la violencia que desató el gobierno de Díaz Ordaz como respuesta. Los reportes que salían de la embajada eran con frecuencia confusos durante la crisis, posiblemente porque los oficiales de la CIA tenían relaciones mucho más cercanas con los políticos mexicanos, que los miembros de otras agencias y estaban más dispuestos a creer su propaganda política. Por una parte, la Embajada tenía mucha confianza en la hegemonía de régimen. Por otra parte, oficiales de los Estados Unidos nunca pensaron que los estudiantes pudieran ser capaces de montar un desafió serio al gobierno.

En respuesta a los disturbios estudiantiles de mayo en Paris, Washington pidió a la Embajada que preparara una evaluación de los cuerpos estudiantiles mexicanos, pero ellos fallaron en predecir el huracán que se avecinaba. El 14 de Junio, unas cinco semanas antes de la primera confrontación entre los estudiantes y las fuerzas de seguridad, la Embajada predijo con toda confianza que era imposible que pasara en México algo parecido a lo que pasó en Francia.

También es interesante notar que una caja que se encuentra en la galería dos del Archivo General de la Nación, depositada en el fondo Gobernación, contiene telegramas enviados al Presidente de la Nación en los días que siguieron al 2 de Octubre de 1968 por políticos, empresarios y lideres de organizaciones afines al régimen en todo el país.

En medio de centenares de papeles se encuentra uno fechado en Buenos Aires el 23 de Octubre de 1968; el mensaje es breve: “Rogamos haga llegar nuestra adhesión al gobierno de México”. Este mensaje está dirigido a Luis Echeverría y esta firmado por Jorge Luis Borges, Manuel Peyrou y Adolfo Bioy Casares. Años después, Borges confirmó sin lugar a duda su vocación y afinidades fascistas cuando aceptó honores por su obra literaria rendidos por miembros de la Junta Militar Pinochetista en Chile.

La caja de los telegramas esta precedida por otra que contiene los acuerdos que tomaron Díaz Ordaz y Echeverría durante el mes de Octubre de 1968, sin embargo se encontró uno que no tiene nada que ver con eso. Este oficio fue enviado por Winston Scott, jefe de estación de la CIA en México el 19 de julio de 1965 con una invitación a Fernando Gutiérrez Barrios a seleccionar dos agentes de la Agencia Federal de Seguridad para que a partir del “15 de septiembre” viajen a los Estados Unidos para “recibir entrenamiento por cuatro meses”.

Detrás de la iglesia de Santiago Tlatelolco
treinta años de paz más otros
treinta años de paz,
más todo el acero y el cemento empleado para las
fiestas del fantasmagórico país,
más todos los discursos
salieron por boca de las ametralladoras.
José Carlos Becerra

La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska


Testimonios de historia oral: clic aquí

Bibliografía:

Our man in Mexico: Winston Scott and the hidden history of the CIA, Jefferson Morley, University Press of Kansas, 2008, 371 pages. ISBN-10: 0700615717. ISBN-13: 978-0700615711.

La noche de Tlatelolco: testimonios de historia oral, Elena Poniatowska, Biblioteca Era, 2003, 280 pp. ISBN-13: 9789684114258.

Massacre in Mexico, Elena Poniatowska, translated by Helen R. Lane, University of Missouri Press, 1992. ISBN-13: 9780826208170.

68, Paco Ignacio Taibo II, Siete Cuentos Editorial, 2004, 224 pp. ISBN-13: 9781583226001.

68, Paco Ignacio Taibo II, translated by Donald Nicholson-Smith, Seven Stories Press, 2004, 224 pages. ISBN-10: 1583226087. ISBN-13: 978-1583226087.

68, Paco Ignacio Taibo II, Éditions L’Échappée, 2008, 125 pp. ISBN-10: 2915830142. ISBN-13: 978-2915830149.

* * * * * * * * * *

El mexicano Ernesto Páramo y el español Juan Kalvellido son miembros de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística

Fuente del artículo: http://www.tlaxcala.es/detail_artistes.asp?lg=es&reference=203

To read this article in English: http://www.tlaxcala.es/detail_artistes.asp?lg=es&reference=203

Pour lire cet article en Français: http://www.tlaxcala.es/detail_artistes.asp?lg=es&reference=203

Per leggere l'articolo in lingua italiana: http://www.tlaxcala.es/detail_artistes.asp?lg=es&reference=203

1 comentario:

Coro dijo...

¡Estupendo artículo! Muy bien documentado y escrit este
"Historia de una noche". Está en el recuerdo de tod@s...
Yo era niña, vivía en provincia, pero mi hermano mayor era estudiante y estuvo allí... en el diario "El Sol de México" salió su nombre en la lista de los desaparecidos. Afortunadamente era falso.

Saludos